Llegue al cuartel este primer sábado de Carnaval con la ilusión y ganas de volver a compartir mesa con mis hermanos de Corporación y sin saber que esa noche no iba a ser un sábado de romanos más, que pasa por nuestras vidas sin dejar huella en mi corazón.
Al escuchar las primeras palabras del presidente en la presentación del hermano afortunado de levantar la primera pata de nuestra cuaresma, no me imaginaba que iba a ser yo el dichoso agraciado, ya que este año por motivos personales no he podido estar al 100% por la Corporación como en años anteriores. A medida que se iba desarrollando la presentación, el presidente dijo que en el Martes Santo nos separaban dos calles en nuestra estación de penitencia, fue cuando me di cuenta que esas palabras se referían a mí.
Me pasaron por la cabeza miles de pensamientos y por mi corazón muchísimos sentimientos contradictorios por la situación que actualmente estoy viviendo. Al levantarme y bajar la pata, no podía dejar pasar la oportunidad de acordarme de la persona por la que entré a esta gran familia llamada Sentencia, mi hermano Álvaro, y de mi sobrino Manuel, una de las mejores cosas que me ha podido pasar en esta vida.
Agradecer al presidente por echar la vista atrás y acordarse de mi trabajo y mi persona, y otorgarme este reconocimiento. A los hermanos de nuestra Corporación por el apoyo constante, sobre todo en los momentos difíciles y sacarme una sonrisa cada vez que entro por las puertas de nuestra casa cuartel.
Sin más, me despido con un ¡Viva La Sentencia de Jesus! y ¡Viva Los Doctores de La Ley!
“…quiero dedicar esta pata a mi hermano Álvaro y mi sobrino Manuel, que es lo más grande que me ha pasado en la vida…”
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