El tiempo parecía que no había pasado, pero a la misma vez… parecía que había pasado un siglo…
Dos años desde aquel, tantas veces recordado, tercer sábado de cuaresma del 2020; donde pude disfrutar sin limitaciones de lo que amo, de la tradición más longeva que existe en Puente Genil.
Decidí vestirme e irme andando solo hacía el cuartel. Tomé el camino más largo, quería pasar por el mayor número posible de calles mananteras. Volví a percibir el ambiente que más anhelaba: murmullos, cánticos, olor a preparos y vino, risas, … de cada cuartel abierto salía aire de alegría y mananta. El oxígeno más puro para los cristianos.
Al llegar, el vello de punta. Los primeros abrazos con los hermanos van de la mano de la mayor de las sonrisas, pero también de alivio, de volver a estar donde quiero, de que todo había pasado.
Llegaba el momento de entrar al salón, y por fin, tras las preces de nuestro hermano Óscar Cejas, llegó el primer brindis. Las emociones ya no podía controlarlas… había esperado tanto ese momento, que en la garganta tenia un nudo que apenas me dejaba hablar.
Tras las primeras cuarteleras, llegó la intervención de nuestro hermano David Bascón, que había tenido el honor de levantar la primera pata de nuestra vieja cuaresmera. Nos regaló la lectura de la crónica que realizó de dicho sábado de carnaval, en el que no pude estar presente. Nuestro hermano Ignacio Sanz, también intervino en la mesa, donde nos dejó más que claro, el amor que siente por nuestra Corporación, por sus hermanos, y cómo se ha convertido en un gran manantero, a pesar de no ser de Puente Genil.
Después de numerosas charlas con los hermanos, bromas y recuerdos… antes de finalizar el tapeo, nuestro hermano Francisco Morillo nos transmitió en su intervención, cómo el ambiente de la mesa le hizo cambiar toda percepción posible de la cuaresma que le llegaba.
Era el momento de visitar al patrón. ¡Qué ganas tenia de ver a mi añorada Alpatana! Entre copas y cánticos con los hermanos, habíamos llegado al Calvario… todo iba tan rápido que quería parar el tiempo.
Sin embargo, el tiempo se paró para vivir un momento entrañable. Junto con el hermano Toni, nos adelantamos en la bajada y pudimos disfrutar, estoy seguro, de algo que no se nos va a olvidar en la vida. Tuvimos la suerte de entrar al cuartel de El Viejo Pelícano, donde la Schola Cantorum hizo una visita para rendir homenaje a Manolo Machuca. Las palabras de Rafa Sánchez fueron, las que cualquier cristiano quisiera recibir, el día que no se encuentre en la tierra. Después, un cántico al Sepulcro. Recuerdo que le dije a nuestro hermano Toni: “creo que esto se puede estar escuchando hasta en el mismísimo Calvario”, el sonido era el de mil gargantas queriendo que aquel homenaje llegara al cielo. Fue impresionante. ¡Qué momento!
Aun emocionados y con la hora justa, llegamos a la cena. Unas cuarteleras… y nuestro hermano Víctor Migueles tomó la palabra para transmitirnos sus sentimientos y entonar el Himno de los Ausentes. El sábado tan esperado, parecía insuperable… pero me equivocaba.
El hermano Raúl García, que presidía la mesa en ausencia de nuestro presidente, se disponía a entregar la pata de tentaciones. Al ritmo que lo iba escuchando, el corazón cada vez me iba más rápido. Y cuando citó en sus palabras a mis dos hijas, ahí ya me di cuenta de que el sábado iba a ser, más que el soñado. Desde el 2010, que recibí la pata de hermano ejemplar, llevaba sin levantar ninguna.
12 años, 84 patas después… tenia el honor de volver a sentir lo más mágico que a un hermano de La Sentencia de Jesús le puede pasar. En todo este tiempo, me había emocionado con cada pata y con cada hermano homenajeado. La felicidad de mis hermanos siempre ha sido y será la mía. Tras la lectura de la biblia, y dar las gracias al presidente, me dirigí a mis hermanos para dar lo mejor que tenía de mí. Habíamos perdido demasiados momentos, abrazos y encuentros, … Las palabras que me salieron del corazón terminaron con el mensaje que siempre quiero que esté presente: “aprovechemos cada sábado de cuaresma, cada comida, cada momento con los hermanos… porque no sabemos cuando puede ser el último”. Hermanos, gracias por todo lo que me dais, aportáis y enseñáis. En mi corazón siempre. Os quiero.
¡VIVA LA SENTENCIA DE JESÚS!
¡VIVA LOS DOCTORES DE LA LEY!
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