El Sábado de Transfiguración de 2019 siempre será para mí una noche que no olvidaré, aunque cuando comenzó el día no tenía ni la más remota idea de ello, pero como todas las historias, comenzaré por el principio.
La tarde del sábado comenzaba con reencuentros, ya que después de algunos años conseguía volver a reunir cinco compañeros de la facultad, que a pesar de los años hemos mantenido el contacto por redes sociales, y sería este sábado, finalmente, el elegido para mostrarle en todo su esplendor nuestra nueva casa cuartel.
Esta casa tan solo era un sueño inimaginable al principio de mi etapa universitaria cuando nos conocimos, pero después de mucho trabajo, dedicación y algún que otro dolor de cabeza era ya una realidad que podía mostrar orgulloso y disfrutar con ellos una noche especial con todos mis hermanos de cuartel.
Nada más llegar, pude observar por la disposición de la mesa que esa noche seria una noche con bastantes invitados, por lo que se preveía interesante la noche.
Les hice un recorrido por la casa comenzando por la barra, salón, cocina y poniéndolos un poco en situación antes de pasar a la sala de figuras. A continuación subimos para la zona de descanso, secretaría y finalmente uno de mis sitios favoritos para después de la cena: la azotea que ocupa casi la mitad de la planta alta.
Suena el martillo y… ¡a cenar!
Nuestro hermano Luis, como es costumbre, bendice la mesa y da comienzo el tapeo, donde algunos hermanos y sus invitados toman la palabra, mientras los míos “discuten” entre ellos quien tomará la palabra llegado el momento, aunque por lo pronto en el tapeo no terminan de adjudicarse esta responsabilidad.
Terminamos el tapeo y comienza nuestra ruta al Calvario, con nuestras respectivas paradas, vino, cánticos y algunos despistados buscando licores más peligrosos. Subida y bajada que pasa volando y cuando acordamos estamos mis invitados y yo de nuevo sentados en la mesa preparados para la cena.
Es aquí, en un ambiente más relajado cuando el jefe de protocolo aprovecha para presentar a uno de mis invitados, Antonio, que dedico unas sinceras palabras de agradecimiento a la mesa por acoger a todos los invitados a aquella mesa como si fuera uno más, como si formaran parte de aquello, y en realidad es como nos encanta hacer.
Y llega el momento, nuestro presidente Óscar se dispone a dedicar unas palabras al afortunado hermano que se llevará la pata de nuestra Vieja Cuaresmera y, ¡resultó que el afortunado fui yo! (quien me lo iba a decir).
Aprovecho para hacer hincapié en lo que dije en la mesa: para mí ha sido un placer y un orgullo haber formado parte del comité que ha llevado a cabo todo lo necesario para poder disfrutar finalmente una casa propia, con el cálculo exacto de presupuesto para que durante este proceso no se haya ido nadie, y que podamos seguir disfrutando de esto todos juntos.
Todo el tiempo dedicado, todas las casas y solares visitados, y todos los quebraderos de cabeza los volvería a repetir sin ninguna duda si gracias a ello conseguimos otro más de nuestros objetivos.
De nuevo dar las gracias a todos mis hermanos por confiar en mí y tener en cuenta mis opiniones y puntos de vista para la casa, y agradecer especialmente a nuestro presidente por este reconocimiento, con la mejor compañía posible y hacer de este sábado una noche inolvidable.
Y como no puedo ser de otra forma, la cena acabó con un postre delicioso y dimos paso a nuestra sobremesa en la barra, pero sobre lo que pasó a partir de aquí no dejaremos constancia por escrito.
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