Hoy quiero transmitir lo que para mucha gente será algo insignificante, pero quien disfruta bajo las trabajaderas, me comprenderá.

El viernes amaneció soleado, aparentemente era un día como otro cualquiera, pero antes de empezar a trabajar, mi móvil sonó y para mi sorpresa, era un mensaje de mi capataz dirigido a toda la cuadrilla, en él, nos recordaba la citación para el primer ensayo con el Señor, el primero desde hace 23 meses.

Cuando me dirigía a Puente Genil desde Sevilla – mi actual ubicación -, con marchas de Afligidos de fondo, no podía evitar sentirme nervioso por el reencuentro con mis hermanos, con los que llevaba sin tener contacto directo desde hace tantísimo tiempo, y estaba convencido que esa noche sería inolvidable.

Como es de costumbre, antes de ir al ensayo, los hermanos de la Sentencia hacemos una “previa” en el cuartel, y allí pude comprobar, que no solo era yo quien tenía esa cara de felicidad por el esperado reencuentro, éramos como niños en la víspera de la noche de reyes.

Llegamos a calle Casares, y empecé a recordar cómo era esa añorada “normalidad” que disfrutábamos hasta hace escasamente dos años. La calle estaba abarrotada de costaleros, comencé a saludar a hermanos que llevaba sin verlos desde el último ensayo de 2020, empezaron a fluir los sentimientos, me encontraba un poco nervioso, pero todo se fue disipando a medida que saludaba a unos y otros. A lo lejos escucho al Capataz decir que nos vayamos “haciendo la ropa”, esa frase, que inesperadamente para mí, hace que me recorra un escalofrío por el cuerpo y es que esas tres palabras guardaban tanto significado esa noche… significaban la vuelta, significaban que estábamos más cerca de alcanzar el cielo en una sola “levantá”. Y es entonces cuando se empiezan a despertar mis sentidos, saco el costal de mi macuto y el tacto de la doble trama o ese olor característico del costal, hace que mi mente empiece a recordar lo que tanto había echado de menos.

Una vez hecha la ropa, busco a mi hermano Luís para que me “tire de ella” y me la lleve a su sitio para “cargar” bien esos kilos que tanto añoro. De pronto, escucho el martillo hacer pum, pum pum, y siento que mi cuerpo se paraliza y que empiezan a agudizarse mis sentidos aún más si cabe.

Me meto bajo mi trabajadera, veo a mi “cuarta potente” y esa sensación de acariciar “el palo” y apoyar el costal, es indescriptible. Suena el llamador de nuevo, se escucha al capataz llamar al patero y volver a sentir ese “aaaayyyyyy” que se te clava en el alma, hace que me vuelva a subir a la nube de todos los años. ¡Yo que creía que esas sensaciones ya las estaba perdiendo!

Salimos a la calle a las órdenes del equipo de capataces, volvieron  a sonar nuevamente las marchas por la calle en las noches previas a Semana Santa, se escuchó al ”piador” ensayando para darle el toque mágico que cada Martes Santo hace que vibremos de emoción bajo el paso, el sonido del crujir de la madera cuando vas andando o el son del racheo de las zapatillas al unísono de todos los costaleros, hacen que se me erice el vello, y sin darme cuenta estoy dentro de esa burbuja en la solo estamos Él y yo, donde le cuento mis penas e inquietudes, donde rezo con el alma a cada pasito que doy y donde le pido por todos y para todos, además de rogarle que no nos deje nunca más pasar por este parón en la vida y agradecerle que un año más me permita ser sus pies para poderlo acompañar el Martes Santo.

Estas palabras nacen desde el sentimiento más profundo, desde esa anhelada vuelta que, por fin podemos decir, es una realidad. No me gustaría acabar, sin hacer mención a la Hermandad de la Santa Cruz, esa gran familia que trabaja durante todo el año, codo con codo para que todo esto sea posible. Muchas gracias por permitirnos, con vuestro esmero poder vivir todo esto, por hacer que la vuelta merezca la pena y siempre nos sintamos como en casa.

«…significaban la vuelta, significaban que estábamos más cerca de alcanzar el cielo en una sola levantá…”

Ezequiel Migueles Ruiz

Presidente de la Corporación

1 Comentario

  1. David Carmona.

    A mi se me ha erizado el vello al leerte, hermano Ezequiel. Me has hecho recordar mis tiempos de costalero, y me has hecho sentirme orgulloso de la gente tan buena de la que se rodea el Señor de los Afligidos.
    Un abrazo grande, hermano, preparémonos para un nuevo Martes Santo.

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